Una mordida a los ‘frutos’ de Leila Guerriero

Publicado en por Daniel Ramirez

“Cuando preguntan por qué no escribo ficción me siento como esa modelo, esa mina divina, con un cuerpazo, que un día le dice a sus amigos que se va dedicar a la biología oceánica, y que ellos la miran con cara de ‘qué desperdicio’ ”, dice la argentina Leila Guerriero. Y es que para ella la cosa está muy clara: su pasión es escribir crónicas.

 

Resultado de esa obsesión, que la ha llevado a firmar en las más importantes publicaciones del continente, es Frutos extraños, un libro del que hacen parte 25 historias que escribió entre 2001 y 2008, y que acaba de llegar a las librerías del país.

 

Una mujer que mató a su hija minutos después de parirla; un gigante que, a pesar de su estatura, no es extraordinario; un mago sin una mano; una mujer que asesinó a tres amigas dándoles cianuro en el té; una banda de rock cuyo integrante más famoso tiene síndrome de Down y un hombre que se gana la vida como doble de Freddy Mercury, son algunos de los protagonistas de la obra editada por Aguilar.

Hablamos con Leila Guerriero de sus ‘frutos’ y del quehacer, hoy por hoy, del cronista.

 

¿Qué tan difícil es hacer ruido, hoy en día, con una buena crónica?

Depende. Hay momentos en los que parece que sí, que es muy difícil encontrar un espacio, hay otros en los que todo parece fluir un poco mejor. Ahora hay una cierta dificultad para encontrar en dónde publicar. Varios medios, El Malpensante y Gatopardo, por ejemplo, siguen publicando crónicas largas. Yo soy insistente y creo que a fuerza de insistir mis crónicas fueron encontrando un espacio. Todo gracias a golpear puertas y creer en la contundencia de las historias. En el libro hay una crónica que gira en torno a Yiya Murano, ‘la envenenadora de Monserrat’. La ofrecí en un medio y el editor me dijo “¿pero ella confiesa que mató a las amigas?”. No confesó. Como casi ningún acusado admite lo que hizo. Me respondió que si ella no se declaraba culpable no le interesaba la crónica. Yo siempre prensé que la historia iba más allá de lo que todos sabíamos y confiaba mucho en el poder de esa crónica. Llamé a Rafael Molano, entonces editor de Gatopardo, se la ofrecí y me dijo que la quería inmediatamente.

Cada crónica tiene su lugar. Hay que insistir y tocar puertas. Es un camino largo, de paciencia. Hay lugares, pero no estamos en un momento de euforia.

Estos son siete años de tratar de publicar. De publicar una versión corta y guardar otra larga por si alguna vez se hace un libro.

 

¿Las crónicas se trastearon a los libros?

Las editoriales se están dando cuenta de que hay muchos autores produciendo crónicas en Latinoamérica. Están involucrándose con un nicho que no es de ahora. Hay un boom de crónicas, más porque hay muchos autores que están haciendo cosas muy buenas, que por que haya muchos lugares en dónde darlas a conocer. En ese sentido creo que si está pasando algo con el género es en el mundo de los libros. La revistas que publican crónicas son siempre las mismas, sin embargo las editoriales se están abriendo a publicar libros enteros con historias que sí pasaron.

 

Hablemos de la forma diferente de abordar las historias de un cronista

Es cuestión de cómo se miren las historia. Muchos por ahí ven a un tipo que su publicita como el ‘clon de Freddie Mercury’, y lo ven como loco, bizarro. Pero resulta que el tipo es médico y tiene muchas cosas muy interesantes que van más allá. Yo hablé con él y escribí una historia que apareció en la revista Soho, y que hace parte de este libro. A mí me llama la atención, lo que me llama la atención, aunque suene algo estúpido.

Esas historias se me ocurren porque un día viendo televisión me encuentro con un tipo que se va a presentar y que resulta ser un ‘clon de Freddie Mercury’. ¿Habrá algo ahí?. Hay que tener lo ojos bien abiertos.

Muchas de las historias que hacen parte de Frutos extraños, son acerca de personajes que han sido tomados y retomados por la prensa. Me gusta la idea de ir más allá de algo que puede parecer raro o medio freak. Es probable que tenga una mirada más instintiva. Además, el hecho de trabajar para varios medios en Latinoamérica y España, me introduce en el ejercicio de estar pensando que funcionaría en uno u otro.

Creo que hay cierta extrañeza en la cotidianidad de esta gente, que es lo que dejan de lado otros periodistas, que cuando entrevistan a alguien van a confirmar un prejuicio, más que a dejarse sorprender por lo que pueda suceder.

Eso me pasó con los personajes de este libro, sentía que aunque habían sido abordados, su historia aún estaba sin contar.

 

Y su relación con la ficción...

Para mí está muy clara cual es la diferencia entre literatura y periodismo: una cosa la podés inventar y la otra no. Mucha gente cree que el periodismo es una cosa mal escrita, degradada.

Piensan que la literatura es un estadio superior del periodismo, y que los periodistas que escriben más o menos bien, lo hacen porque quieren dar un paso más allá y escribir una novela. Yo pienso que son dos cosas separadas, y que ambas tienen mucho valor. No me interesa meterme en la ficción, no se me ocurre. Es raro. La gente me dice “vos escribes bien deberías escribir ficción”.

Me siento como esa modelo, esa mina divina, con un cuerpazo, que un día le dice a sus amigos que se va dedicar a la biología oceánica, y que ellos la miran con cara de ‘qué desperdicio’. Es como si le dijeran, “¿no te vas a ir por el mundo mostrando el culo?”. “No voy a estar en un laboratorio analizando microorganismos”.

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