Salcedo: el oficio del cronista

Publicado en por Daniel Ramirez

Salcedo, autor de los libros De un hombre obligado a levantarse con el pie derecho y otras crónicas y El oro y la oscuridad -un confrontante retrato de Kid Pambelé-, y colaborador habitual de las revistas El Malpensante y Soho, es uno de los más de cuarenta periodistas que se reunirán desde hoy en el encuentro ‘Los nuevos cronistas de Indias’, que hace parte de la programación de la Feria del Libro.
Junto al colombiano, figuras de la talla del mexicano Juan Villoro, el argentino Martín Caparrós, el peruano Julio Villanueva Chang, el chileno Juan Pablo Meneses y la venezolana Sandra Lafuente, conversarán de su oficio ante el público cel ofciapitalino, en uno de los eventos más importantes de la feria.
Fue precisamente entorno a la crónica y al cronista que EL PERIÓDICO conversó con Salcedo Ramos, a vísperas de su participación en el encuentro.
¿Cuáles son esas características fundamentales que debe tener un buen cronista?
Yo siempre les he huido a las fórmulas.
Sin embargo, si me pones una soga al borde del cuello y me obligas a citar algunas virtudes necesarias, te hablaría, en primer lugar, de la sagacidad en la mirada, de la necesidad de tener una voz propia para nombrar el mundo que se va a contar.
También mencionaría una cualidad de la que casi nadie habla: la paciencia.
Hay que estar en el lugar de nuestra historia tanto tiempo como sea posible, para conocer mejor la realidad que vamos a narrar.
La realidad es como una dama esquiva que se resiste a entregarse en los primeros encuentros.
Por eso suele esconderse ante los ojos de los impacientes. Hay que seducirla, darle argumentos para que nos haga un guiño.
Alfred Hitchcock decía que el “cine es como la vida pero sin los momentos aburridos”. Yo le robo siempre esa frase para definir la crónica.
Muchos de los más importantes cronistas del continente están presentes en el encuentro ¿qué opinión le merecen?
Es una maravilla estar en el mismo espacio con cronistas a los que admiro tanto. Estar con ellos en el mismo sitio, hablando del oficio, es algo bonito, algo grato.
Y asustador, también. Muchos de ellos son cronistas que están ya en su punto más alto de producción.
Han alcanzado lo que podría llamarse sin ningún titubeo el estadio de la maestría.
Por ejemplo, Caparrós, Villoro, Leila Guerriero y Villanueva Chang, ya son maestros de la crónica.
¿Y usted en qué nivel está?
Me queda complicado decirlo a mí mismo, pero sé que haré mejores trabajos de los que he hecho hasta ahora.
El espacio que había para las crónicas ha tendido a desaparecer en los periódicos, y han surgido muchas revistas que se especializan en el género ¿qué piensa de esta marginación de los diarios?
Pienso que hay miopía de parte de los editores.
En algún momento de nuestra historia reciente se puso a circular el rumor de que la crónica “no vende”. Muchos compraron esa idea, y dejaron de darle al género el espacio que necesita para contar el país.
Juan José Hoyos, un maestro del periodismo al que admiro y quiero, contaba que para publicar sus crónicas tenía que mandarlas al periódico los jueves, porque ese día los editores jugaban golf y entonces no había nadie que se las rechazara.
Me gustaría ver más crónicas en los periódicos, no como reemplazo de las noticias, que siguen siendo indispensables, sino como complemento de ellas.
¿Para qué sirve la crónica?
Para ponerle rostro humano a los hechos y para convertir la información en memoria.
La crónica es un género periodístico para narrar temas esenciales del ser humano, para narrarlos e interpretarlos.
Julio Villanueva Chang cree que el buen cronista es un traductor de significados profundos. Me gusta esa manera de ver el tema.
Un buen cronista debe ser, de entrada, un reportero diligente. Una persona que se unte de barro, que se sumerja en ríos, que haga su trabajo de manera humilde para interactuar con la realidad.
No me gusta el cronista que está lejos, en un espacio cerrado, creyendo que él es muy inteligente y muy listo, y que por eso, desde su cubículo intocable va a comprender el mundo y a revelarlo ante nuestros ojos.
Me gusta el cronista que no pierde las ganas de andar a pie y de escuchar a la gente.
¿Cuál ha sido su crónica más sufrida?
Estoy escribiendo sobre las víctimas de las minas antipersonales en el oriente de Antioquia. Recorrer esa zona minada y hablar con la gente fue una experiencia dura.
Pero en general te podría decir que la palabra sufrimiento no figura en mi diccionario para describir un oficio que me apasiona, como es este de contar historias.
Recomiende una crónica que todo cronista debería leer.
‘Cosas que escuché en La Habana’, de Juan Villoro. Un compendio de inteligencia, de sagacidad, de observación, de sensibilidad, de belleza, de humor.
La recomiendo por todo eso.
¿Y en Colombia?
‘Un fin de semana con Pablo Escobar’, de Juan José Hoyos.
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